jueves, agosto 13, 2009

La mariposa de Pekín

“L’ Heure d’Été” (“Las horas del verano”)

Director: Olivier Assayas
Con: Juliette Binoche, Charles Berling, Edith Scob, Kyle Eastwood.
Canal Plus, France 3 cinema, MK2 Prods, Musee d’Orsay.
Francia.
102 minutos.

“Rachel getting married” (“La boda de Rachel”).

Director: Jonathan Demme
Con: Anne Hathaway (Kym), Rosemarie DeWitt (Rachel), Debra Winger, Bill Irwin.
Clinica Estetico Productions, Marc Platt Productions.
Sony Pictures Classics.
Estados Unidos.
111 minutos.


Dos películas que ya se han estrenado llaman sin embargo poderosamente la atención. Aunque una se ha restringido básicamente al circuito de los “cines-artes” (El Biógrafo), y la otra ha llegado directamente a las tiendas de arriendos de dvd, ambas cintas refrescan la oferta cinematográfica entre magos, glaciaciones, viajes en globo sobre dimensionados y sicosis televisivas por secuestros de adolescentes.

“L’ Heure d’Été” puede representarse pictóricamente como un cuadro de Monet: no en los que estudiaba la luz con las catedrales o los nenúfares, sino cuando hacía un fresco de un día de campo en familia. En una primera mirada asombra ese lugar cinematográfico frecuente, aún más en el cine francés, que puede enternecer el corazón o hacer desparecer las tristezas. Tal vez, en la segunda mirada, uno se puede acordar de Carlitos (Marx) y su “Todo lo sólido se desvanece en el aire”.

Binoche, es elegante aquí más que nunca, a pesar de lo ridículo del apelativo de madame, esos títulos de revistas de variedades, que tratan de esconder la sensualidad que posee hasta en los deditos de los pies. Y es elegante porque es rubia, y viste ropa deportiva, se ha ido a vivir a Estados Unidos y vende objetos de la industria del plástico. Por lo demás, un hermano vive en Singapur hace años e intenta ganar aún más dinero. Otro, trata de rescatar algo del arte – ¿de la vida, de Francia?- pero su intento no dura algo más que un minuto. La decadencia de todo, esos objetos antiguos del arte (¿la familia misma?) son esperanzadores finalmente porque sus hijos teenagers les dan vida, cuando nos los imaginamos afuera del mundo, casi como una postdata de este filme.

“Rachel getting married” venía precedida por una crítica que la elevaba como una cinta de cine independiente norteamericana notable. La actuación de Hathaway postuló al Oscar, evidentemente sin llevárselo por la interpretación de un personaje claroscuro, pero al menos la nominación contaba. Bueno, no hay desilusiones con este filme.

Cabe preguntarse como Demme decide dirigir una película menor en relación a la producción de “El silencio de los inocentes” o “Casada con la mafia”. Y la película confirma su estatura, y de paso corrobora el hecho de que todas las piezas de cámara con intenciones del cine actual, sobrepasan las magnánimas óperas.

Influenciado por Dogma, pero con justificaciones dramáticas para el uso de cámara en mano -no justificaciones ideológicas- Demme ha filmado en el personaje de Kym una de las soledades más palpables del cine. La cámara logra encariñarnos con ella, pero es peligroso para el espectador, porque puede ser el mismo amor de los personajes que la rodean: ella está sola, sin poder tocar a nadie, donde nadie la toca. Es un amor de la compasión del espectador que aún en el cine parece incómodo y perverso. El aislamiento… ¿es la performance de Hathaway?, ¿es la cámara y el aislamiento de su belleza hecha trizas?, ¿es la realidad de la trama? Es Kym quien mira, pero el espectador aún así no puede mirar por sus ojos (aún menos por los ojos de Hathaway). Los antagonismos al fin están dados sin evidenciarlos: la víctima es la victimaria y es a la vez inocente, el amor es odio, el sexo desencadena en el film la tristeza, la fragilidad es una fuerza terrible, la histeria es la contención, la salvación es morir, la música se torna silencio, etc.

Las actuaciones de "Rachel getting married" están en un lugar aparte de la necesaria e inverosímil performance de los actores contemporáneos. Además de Anne Hathaway, Debra Winger da lecciones sobre como interpretar a una madre ausente y que lidia con el alcoholismo.

En este filme deudor de Chejov, John Cassavetes y otros, los actores lo hacen brillar, con la complicidad de la desesperada tristeza del espectador, aún en el pequeño saltito final de Rachel. El rechazo de los cánones modernos del cine volviendo al nudo de la representación, también recuerda la relevancia de un Brando y otros en la cinematografía. De esta manera, el elenco de “Rachel getting married” alude al delicado equilibrio que se le pide a un texto: donde todo está a punto de romperse, pero no por la llegada de naves espaciales, o las confesiones de un padre ausente galáctico.

Con otra mirada, una alegría melancólica del film cruzado por un matrimonio hace posible el milagro: este posibilitaría a directores de Dogma dejar las presunciones a un lado, para ver la tristeza o el sufrimiento sin un rictus, con un par de risas, con un par de sonrisas. Con algunas esperanzas y sin dormirse o marcharse del cine.